miércoles, 1 de enero de 2014

Aventura 4 - Historia 4: La cueva inalcanzable

¡Hola aventureros!
Ya lleváis bastantes aventuras y seguramente ya habréis visto que no siempre es fácil: es cansado, a veces se pasa hambre, otras veces frío, y otras calor. Y a menudo también nos rascamos nos cortamos o incluso podemos hacernos daño 'de verdad'. Pero yo os aseguro que, como capitán de los Piratas de Marimontaña, pocas veces estos pequeños sufrimientos no han valido la pena. Y un claro ejemplo fue nuestra aventura de la cueva inalcanzable.
Habíamos llegado a un pequeño pueblo en un valle rodeado de altos acantilados y vimos, en lo alto, una cueva alargada y estrecha, como si hubieran hecho un corte en el acantilado. Curiosos, nos fuimos pasando el catalejo para verla mejor pero cuando preguntamos a los habitantes solo nos respondieron: "La cueva? Olvidadlo. Es imposible llegar alli. No hay camino, hay zarzas por todas partes y seguramente haya que escalar. Muchos lo han intentado, pero nadie ha conseguido ni siquiera acercarse." Entonces nosotros nos miramos y vi como los ojos de los demás miembros de los Piratas de Marimontaña se iluminaba: Nos íbamos de aventuras! 
Empezamos a caminar hacia el acantilado, valle arriba, pero poco después de dejar el pueblo se acababa el camino, así que empezamos a ir campo a través, esquivando las ramas bajas de los arboles, rodeando grandes arbustos y evitando las primeras zarzas. Hasta que ya no habia camino alternativo que coger. Solo un monton de zarzas. Y la cueva del acantilado aun estaba lejos! Que hacer? Ahora entendiamos por que tanta gente habia intentado sin exito llegar a la cueva. "Tendremos que abrirnos paso por las zarzas", dije yo. "Pero pinchan!" se quejo un pirata, aunque era verdad. Pero entonces Bartolo el Curatodo replico indignado: "Pinchan, pinchan! Y que si pinchan un poco? Ya te digo yo que no te va a pasar nada grave. Y queremos llegar a esa cueva, no? Pues ahora empieza la aventura de verdad!" Y de un pisoton aplasto las zarzas que tenia delante mientras con las manos apartaba las que se cruzaban en su camino. "Adelante!" Y todos le seguimos con nuevos animos.
Estuvimos un monton de rato abriendonos paso por entre las zarzas, pinchandonos y arañandonos los brazos y las piernas. Y si nos haciamos algun corte mas profundo, entonces (y solo entonces) Bartolo el Curatodo sacaba su botiquin, quitaba los pinchos mas pequeños con unas pinzas, limpiaba la herida y la curaba o vendaba. Y cada vez que nos desanimabamos un poco pensabamos en el objetivo de nuestra aventura y nos animabamos.
Finalmente las zarzas se empezaron a hacer menos densas y llegamos a una zona de bosque desde donde se alcanzaba el acantilado. Pero ya empezaba a refrescar y algunos piratas empezaron a protestar del frío y cansancio. "Ahora que hemos llegado hasta aquí no podemos rendirnos. Ya estamos muy cerca! Y si os movéis y os mantenéis activos ya veréis como entrareis en calor." Volvió a animarles Bartolo el Curatodo. Ya solo quedaba escalar hasta la cueva, lo cual podía ser bastante peligroso, pero Miguel-Angel el Mega-ágil subió sin muchos problemas y nos echo la cuerda (que ahora siempre llevábamos en la mochila) para que los demás subiéramos. Habíamos alcanzado la cueva inalcanzable! "Hurra!" 
La cueva era chulisíma y ya ni nos acordábamos de los arañazos que teníamos. Descubrimos rocas extrañas y minerales desconocidos, el nido de un búho y rastros de otros animalitos. Realmente la aventura había valido la pena. 
Después de un buen rato decidimos empezar el camino de regreso porque empezaba a oscurecer, así que fuimos destrepando por la cuerda hasta el bosque al pie del acantilado. Cuando Miguel-Angel el mega-ágil ya casi había llegado abajo, resbalo y cayo aparatosamente al suelo y se oyó un 'crec'. Preocupados, nos acercamos corriendo y vimos a Migeul-Ángel el mega-ágil quejándose de dolor mientras se cogía el tobillo derecho. Bartolo el Curatodo lo examino con cuidado: "Se ha hecho un esguince. No podrá caminar y tendremos que reducir la inflamación. " "Con un par de ramas largas y la cuerda podemos improvisar una camilla" dijo Eugenia la Montaingenios. "Genial", continuo Bartolo el Curatodo, y sacando una hoja extraña de su botiquín dijo: "necesitare 10 hojas mas como esta para hacer una pomada" Así que nos pusimos manos a la obra: Mientras unos buscaban las ramas para hacer la camilla, Rosa la Pintahermosa copio la hoja que teníamos que buscar en varios papeles para que todos supiéramos identificarla y todos nos pusimos rápidamente a buscar (Yo encontré la mayoría, claro, que por algo soy Fulgencio el Ojoatento).
Con las hojas Bartolo el Curatodo hizo una pasta y la aplico sobre el tobillo de Miguel-Angel el Mega-ágil, que pronto se sintió aliviado. Eso si, para volver le tuvimos que llevar en camilla, que fue por lo que mas se quejo: "Pero yo quiero caminar y correr!" "Que te digo que no puedes caminar hasta que se te cure ese tobillo!" le reñía Bartolo el Curatodo, y todos los demás nos partíamos de risa.
Fue una gran aventura, y aunque acabamos llenos de arañazos y vendajes, había valido la pena. Eso si, a partir de entonces nos aseguramos que el botiquín de Bartolo el Curatodo lleve siempre de todo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario